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Tuyo es el reino

Extracto. Duración total: 9:25
2007
Seleccionado para representar al Peru en la Bienal de Venecia del 2007.

Tres mujeres, supuestamente hermanas, vestidas de luto, que llevan 3 máscaras andinas semitransparentes manipularán 3 maniquís ataviados con pieles apolilladas. Ellas se reúnen a cenar después de escuchar la transmisión radiofónica del discurso del dictador Manuel Odría, en él se dictaba las normas del escudo nacional en 1950.
Una vez sentadas a la mesa, nos enfrentamos a un diálogo plagado de contradicciones, de malentendidos, y de culpas.

Post colonial thriller: los rostros ocultos tras el velo del poder

Miguel Zegarra
Curador Vértice Galería de Arte

Desde fines de la década del noventa, Patricia Bueno ha desarrollado una propuesta interesada en indagar alrededor de los roles sociales, políticos y de género de la mujer en la sociedad latinoamericana contemporánea. “Tuyo es el reino” es el resultado de una exploración de los discursos del poder que soportan la permanencia de tradiciones e idiosincrasias arraigadas.

Desde una aproximación cercana al psicoanálisis, Bueno compone un thriller esquizofrénico inserto en el territorio femenino del espacio privado, que interpela distintos signos de un imaginario colectivo. Esta zona fantasmática encierra la interacción de los distintos roles asumidos por una misma subjetividad. El diálogo de estas tres mujeres es en realidad un monólogo en el que interactúan las tres dimensiones del sujeto de la teoría psicoanalítica lacaniana: la voz del imaginario, los signos de lo simbólico y las proyecciones de lo real. Estas distintas facetas del individuo dividido funcionan como una representación crítica que apunta a una revisión de la ideología política dominante en la historia del poder de la sociedad peruana y, por extensión de asociaciones, de una América Latina poscolonial.

La obra nos introduce al diálogo a partir de la apropiación de un registro documental de un discurso emitido por el ex – presidente de facto, Manuel Odría (1948-1956), que en 1950 dictó las normas para el empleo y confección del escudo y la bandera nacional. A través de un decreto supremo, Odría estableció desde un régimen militar autoritario la uniformidad indiscutible de los símbolos nacionales en el Perú. Este hecho histórico nos remite a una historia política marcada por las dictaduras militares en favor de la permanencia en el poder de los intereses de una oligarquía republicana.

A este empleo de un dispositivo de contextualización histórica, sigue el ingreso del espacio privado de la vieja oligarquía, que despliega su idiosincrasia en una serie de símbolos y costumbres cortesanas. Alrededor de una mesa servida, tres maniquíes manejados por mujeres vestidas de luto con el rostro cubierto por máscaras semi transparentes, inician un diálogo plagado de reiteraciones y malentendidos. La mesa puede ser leída como una alegoría del espacio del poder y del reparto de los intereses de una nación en pocas manos. Los rostros detrás de este poder se encuentran encubiertos detrás de la máscara de la pantomima.

El sujeto divido en las distintas voces de la misma artista revela un elemento performático como signo de una identificación de clase y también una inserción del artista en el territorio de la representación. Desde esta situación, Patricia Bueno interpela la estructuración lingüística de un inconsciente colectivo específico, que da origen a un discurso unívoco del poder político. El uso de dispositivos cinematográficos en la narración adhiere a una crítica política situada, una exploración simbólica y estética. El despliegue escenográfico revela una serie de símbolos: el escudo nacional presentado como ornamento es totalmente blanco en alusión a una neutralización del tiempo, con la presentación de un escenario atemporal de fantasmas de una historia de permanencias en el imaginario colectivo; símbolos nacionales como la cornucopia se encuentran bordados en la mantelería para uso de los comensales. Un elemento central en la escenificación es el uso de la máscara, no sólo como cobertura de la identidad, sino también como signo de dos tradiciones culturales confrontadas: se trata de máscaras tradicionales andinas que usaban los indígenas para la representación de los conquistadores españoles durante la colonia, vigentes aun en las fiestas populares. Sumado al uso de la máscara, el negro en el vestuario describe también distintos niveles de encubrimiento y desplazamiento de las culpas: el luto por un orden que se va con una historia pública silenciada.

Los rostros deteriorados de la tradición oligárquica poscolonial representan la crisis de un universo de valores que avalaron todo un orden social, político y cultural. La voz superyóica y dogmática de la oración católica paródicamente transfigurada, recompone simbólicamente un orden tradicional anterior puesto en duda que se resiste a la decadencia.

El uso de la ficción como espacio de representación simbólica de la realidad funciona como un catalizador de una memoria marcada por la violencia y el silencio. “Tuyo es el reino” constituye así, desde el territorio de la simulación, una confrontación con una memoria escondida en el secreto de lo privado, ahora difuminada como la sombra de un fantasma.

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